Hoy quisiera compartir este
hermoso libro, el cual en mis épocas de adolescente me lo recomendó un gran
amigo y gran persona, el querido "Viejo Costa", quien no se olvidaba jamás los viernes santos de pasarme a buscar para
comer el mejor asado, regado de buena bebida y de inmejorables charlas,
cultivando la libertad, el respeto, la convivencia… Esos viernes santos fueron los
“campamentos” de ateísmo, que en el fondo no es otra cosa que el amor de los
seres vivos por los seres vivos, poner al ser humano en su lugar como
responsable, motor, solución, esperanza, y progreso de este universo, cambiar
la fe por la voluntad y los milagros por las explicaciones y la responsabilidad…
Aprendí esos viernes santos de asado que el respeto al prójimo, que la solidaridad,
el amor, la convivencia, el arrepentimiento, el perdón, la angustia, el
sufrimiento, la alegría, la misericordia, el dolor… todo eso es humano, que no
es posible hablar con dios mediante la oración, si no que mediante la oración buscamos
tranquilizar, despejar o reflexionar con nosotros mismos, o con la llamada
conciencia. También esos viernes fueron el paso inicial a la comprensión de una
Anarquía distinta, una anarquía humanista, ordenada, basada en el respeto y la
convivencia y no en el temor y la represión… pero eso es otro cuento…
Les dejo este hermoso libro de un
autor que no me consta que fuera ateo o anarquista, y que nos enseña de forma
simple, lógica, metódica y racional a comunicarnos mejor con la gente, a tener
la paciencia de interactuar y poder
llegar a un punto de conclusión en un intercambio de ideas. Dale Carnegie fue
un exitoso empresario, un tipo de un sentido humanitario impresiónate y que
tuvo la certeza de reconocer la naturaleza humana y valerse de eso en el mundo
de los negocios. Ranchero, Empresario, Maestro, Escritor, Vendedor de cursos,
de jabones, de tocino y hasta de manteca… rebelde, nómade, con miles de amigos…
un alma libre
A ustedes amigos, empresarios,
profesionales, estudiantes, amantes de la buena lectura, no se pierdan esta
joya… todavía me acuerdo aquella edición sin tapas, de hojas amarillentas y
letras de máquina de escribir que con todo el cariño del mundo, como si me
revelara el secreto del universo me entrego el Viejo Costa… si en algún momento
pensó en dejarme un legado, las enseñanzas de ese libro fue el mejor legado que
me dejo…
Saludos
Negroleo
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