Haciendo la recorrida diaria de mis fuentes de información, me encontré con este interesante ensayo acerca del plan de salva taje de Obama. Espero que les pueda brindar una vision mas, esta sin duda desde un angulo liberal.
saludos
negroleo
La tentación proteccionista
por Lorenzo Bernaldo de Quirós
Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket International Consulting en Madrid, España y académico asociado del Cato Institute.
La Administración Obama lleva camino de repetir los mismos errores en los que incurrió Roosevelt en los años treinta del siglo pasado para combatir la Gran Depresión. Entonces, los EE.UU. se embarcaron en una brutal expansión del gasto público, emprendieron un ataque populista y demagógico contra los salarios percibidos por los altos directivos, introdujeron regulaciones que redujeron la competencia en los mercados, fortalecieron el poder sindical lo que impidió el ajuste de los salarios a la crisis y disparó el desempleo y, finalmente, levantaron barreras arancelarias para “proteger” el trabajo y la industria nacional de la competencia exterior. Todo ese conjunto de medidas sólo sirvió para hacer más dura y larga la crisis y para extenderla al resto del mundo. Ahora, los demócratas reeditan esas mismas políticas y cosecharán los mismos resultados. Como escribió Santayana “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
El Congreso ha aprobado un paquete de iniciativas en virtud de las cuales el acero y el hierro destinado a construir las infraestructuras del plan de estímulo “obamita” sólo podrán ser americanos. Al mismo tiempo, el Senado ha ido más allá con la aprobación de una resolución cuyo objetivo es que la mayoría de los proyectos que se beneficien de la financiación estatal sean realizados con equipo y bienes estadounidenses. Para los senadores esa es la única vía para crear empleo y promover el crecimiento en los EE.UU. Han resucitado el rancio lema “compra americano” del New Deal y han declarado la guerra al libre comercio. Esta es una receta infalible para agudizar la recesión/depresión en los EE.UU. y en la economía mundial como ya sucedió en la década de los años treinta del siglo pasado. Resulta increíble que campeones intelectuales del libre comercio como lo son Larry Summers, Cristina Romer o Austan Golsbee, por citar a algunos de los más ilustres miembros del equipo económico del inquilino de la Casa Blanca, guarden un silencio aprobatorio ante el proteccionismo de su jefe.
El libre comercio no es un juego de suma negativa en el que los beneficios de uno llevan aparejados pérdidas para otro. Esta es la añeja falacia mercantilista destruida por Adam Smith hace casi tres siglos y refutada desde la aparición de La Riqueza de las naciones por generaciones de economistas y por una abrumadora evidencia empírica. Todas las economías que han eliminado y/o han reducido las barreras al comercio han registrado un vigoroso crecimiento y una elevación de su PIB per cápita. Así sucedió en la era dorada del librecambio entre 1846 y 1914 y, de nuevo, en la fase de progresiva liberalización de los intercambios comerciales internacionales iniciada a partir de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, ningún economista solvente aboga por el proteccionismo.
La causa a favor del libre comercio es simple y poderosa. La apertura exterior aumenta la competencia interna, fuerza a las empresas a ser más eficientes, incentiva la asignación de los recursos hacia sus usos más productivos, permite incorporar tecnología y capital del exterior etc. Eso es verdad aunque un país liberalice su comercio de manera unilateral; esto es, mientras los demás siguen aferrados a esquemas proteccionistas. Desde el momento en el que los precios de los bienes en un país cerrado al comercio exterior difieran de los existentes en otros estados, el primero puede beneficiarse de un desarme arancelario unilateral porque tiene la posibilidad de importar bienes más baratos que los producidos en él y especializarse en producir y exportar aquellos en los cuales tiene ventaja comparativa. La combinación de esas dos dinámicas contribuye a elevar la productividad de la economía y, en consecuencia, a promover el crecimiento. Este teorema elemental no tiene discusión. Es la extensión del principio de división del trabajo a los intercambios económicos internacionales.
La presente crisis económico-financiera está produciendo una severa contracción del comercio global. En este escenario, la resurrección y extensión del proteccionismo sería desastrosa. Si esto sucede, las probabilidades de llegar a una situación similar a la de la Gran Depresión son elevadas. De entrada, la introducción de medidas proteccionistas en EE.UU. puede dar a lugar, casi seguro que lo dará, a represalias de otros estados que cerrarán también las puertas de sus mercados a las compañías y a los productos norteamericanos. Así sucedió en el período de entreguerras a raíz de la aprobación por la Administración Hoover de la Hawley-Smoot Act en 1930 que incorporó la mayor subida arancelaria de la historia americana. El ejemplo estadounidense fue seguido por el grueso de los países industrializados de la época: Gran Bretaña, Francia, Alemania, Canadá, Nueva Zelanda, Italia y Japón entre otros. El comercio mundial colapsó y la depresión se agudizó (ver Capie F., Trade Wars: A Repetition of Inter-War Years, IEA, 1992).
Otro de los paralelos del momento actual con el del período de entre-guerras es que en ese tiempo había también una general aceptación de principio, por parte de los gobiernos, de la deseabilidad del libre comercio. Sin embargo, la mayoría de ellos sucumbieron al proteccionismo para satisfacer las demandas de ayuda de poderosos sectores económicos y de los sindicatos. Lo que nadie quería, salvo unas minorías, se materializó y, lección final es clara: una vez desencadenada una guerra comercial las dificultades para detenerla son enormes y sus consecuencias resultan imprevisibles. Tomó décadas suprimir la plétora de restricciones comerciales acumuladas durante esa etapa.
Detrás de cada demanda de protección hay siempre gente ignorante aun bienintencionada o potentes grupos que quieren obtener privilegios y/o defender sus intereses a costa del bienestar de la mayoría. En medio del caos mental actual, del pánico irracional que parece haberse apoderado de muchos gobiernos y de amplias capas de la opinión pública conviene recordar un hecho fundamental: la globalización, la libertad de circulación de bienes, servicios, personas y capitales ha sido uno de los motores básicos del fuerte crecimiento de la economía mundial y uno de los instrumentos más poderosos para sacar de la pobreza a miles de millones de personas en las últimas décadas.
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